viernes, octubre 23, 2009

OM, QUERIDA MEINTJE, OM.
Esta palabra lo significa todo: Lo que fue, lo que es y lo que será.




La belleza de la danza y el amor de todas las amigas y alumnas de Meintje fue entregado en su homenaje como ofrenda a la Maestra y a todos los que tuvimos el privilegio de estar presentes.
Texto leído por Francisca Bertoglia:

EN PRIMAVERA TE CELEBRAMOS QUERIDA MEINTJE

Querida compañera, aunque el volumen de tu ausencia crece y duele día a día, mi corazón solitario al fin reconoció consuelo en tu delicado estilo de permanecer en contacto con nosotros, tus amigos y alumnas que hoy te celebramos.

Sé que vienes a observar el crecimiento desbordante de mis camelias y gardenias . Tu presencia las impulsa a aumentar la intensidad de su fragancia mientras rememoro tu gozo al recibir sus primeros capullos cada primavera.

Sé que bailas en mundos nuevos que apenas vislumbro y en tu sari ondulan todos los matices del arcoiris .Ya no necesitas palabras , tu suave silencio ardiente, creador y puro me lo dice todo.

Al fin comprendo tu lenguaje de luz y espacio, de súbitos relámpagos, de tulipanes y agua y me colma la gracia de un amanecer donde apareces en mis sueños danzando fragmentos de kandyan, revoloteando tu precioso sari verde mientras derramas fragancias de jazmín y verbena.

Al fin comprendo la alegría sagrada de tu disciplina de practicante de kandyan. Te hizo libre para vivir tu vida de hoy, en comunión con cuanto amabas, el sol, los lagos azules y los mares inmensos, los adorables delfines, cisnes, elefantes, perros, gatos y esas mariposas que observabas con pasión y fotografiabas con paciencia.

En esta caprichosa primavera estoy como recién nacida, liberada de la rebeldía y el sufrimiento que me apresaron al acompañarte durante el implacable proceso de avanzar desde tu forma mortal hacia tu bendita y luminosa esencia inmortal.

En circunstancias adversas, al enfrentar enfermedad, dolor, agonía y muerte, todo ser se convierte en alguien diferente que evoluciona o degenera.
Tú, bailando en una espiral azul, en medio del torbellino de vertiginosas piruetas, en un suspiro te fundiste con tu alma. Por ese espacio circulas y de vez en cuando alcanzo a divisarte detrás de una nube, en el trino de un pájaro, recortada contra el cielo azul del norte de mi patria escogiendo cristales de cuarzo o las más de las veces en los momentos más intensos de mi soñar.

Te agradezco querida amiga tu sabiduría para conducirme hacia mi propia alma pateando el suelo y transpirando los ancestrales ritmos de la disciplina.
En ese ámbito del alma, dominio psíquico apenas emergente, claro, sereno y puro, más allá de la lógica y aun no alcanzado por la especie humana, tú siempre te moviste con certeza y ni en el mejor o peor momento de tu existencia, a este lado del universo, renunciaste a explorarlo. Como todas tus discípulas doy fe de esa realidad que nos enseñaste.
Esa energía del alma ardía en tus danzas, en el profundo respeto y amor por tus amigos y por la naturaleza, en el goce de tu interacción con los afortunados animales que llegaron a tu vida y en tu capacidad de entregarla a los demás con la generosidad de una vertiente delicada y armoniosa.
Fuerzas que no podemos comprender permean nuestro universo, la caída de un meteoro, la omnipresente violencia entre seres de la misma especie, o la obstinada, persistente y maravillosa reaparición de flores y mariposas en las primaveras del planeta.
Los humanos somos exigidos sin tregua a vivir en equilibrio en medio de tales infinitas energías contrapuestas. Es un arte lograrlo, tú lo alcanzabas día a día y sumabas el don de generar belleza.
Hoy nos reunimos para celebrarte en esta primera primavera donde bailaremos y cantaremos sin ti. Tal vez fui tu primera alumna en este país que amaste para siempre.
Llegué a tu disciplina en uno de los espacios de vida más difíciles de atravesar, el de la muerte de mi madre. Decidí aprender contigo esa desconocida danza sagrada que me permitiría metabolizar el sufrimiento de su pérdida, cansarme sin atontarme con sedantes.
Contigo comprobé que para que el dolor no duela hay que bailarlo, durante más de veinte años, guiada por tu poderosa enseñanza, afronté y superé mis propias adversidades.

Una vez más gracias querida Meintje estoy cierta de que me faltan varias vidas más lograr aprender a bailar como tú.
UN ABRAZO
Francisca Bertoglia