Lo que lleva a ser lo que uno es en la vida, tiene una historia trascendente, porque ha sido la búsqueda de un camino, de un destino donde existe un desarrollo, que en el caso de la imagen puede abrir las puertas que llevan al arte, a los otros y a descubrir la enorme profundidad de las emociones.
No soy fotógrafa porque con la fotografía comercial se puede ganar dinero, no soy fotógrafa por obtener premios. Soy fotógrafa probablemente porque cuando tenía 5 años y vivía en Rancagua mi madre me pasaba una caja con fotografías para entretenerme en las largas tardes de invierno. Ahi entre lotes de fotos encontré una que nunca he olvidado, había sido tomada en Sewell, mi madre con su hermana Alicia estaban sobre la nieve, lo que me producia curiosidad era un hombre que en un segundo plano de la foto cuidaba un jardín en la nieve ... foto paradigmática en mis recuerdos, que ahora puedo reconocer como parte del misterio que tienen las imagenes ... misterio e incentivo para ir a esos lugares que aparecen en una fotografía, porque junto con el curioso jardinero de las nieves se me despertó la pasión por conocer otros paisajes, otras personas, otras realidades ... algo de eso he buscado a través de la cámara.
Me obsesionan las imagenes que contienen algun misterio que no logro resolver, el misterio de una mirada, de las luces, de la oscuridad, del movimiento o la quietud, de lo lejano, de lo inmenso, de significados y realidades paralelas.
Eso es la fotografía en mi trayectoria, un encuentro con la emoción, darle lenguaje a lo creativo que existe según mi visión.
Con mi cámara he podido llegar donde de otra manera no lo habría ni soñado, pude ver un corazón latiendo en la mano de un cirujano, el árbol donde Buda tuvo su iluminación, los cóndores volando en el Colca, caminar junto a dos modelos sobre los verdes techos de una Catedral en Quito, y sobretodo sentir el alma conmovida por la emoción de captar una imagen única sólo vista un instante ...